La relación entre la luz y la Arquitectura se podría equiparar a la relación entre la luz y el hombre. La Arquitectura necesita a la luz igual que el hombre las necesita a ambas. Se trata de un triángulo de dependencia extremadamente poderoso. Muchos entienden la Arquitectura como una prolongación humana, el medio por el cual el hombre se protege y se aprovecha de las fuerzas de la naturaleza. Y esto implica aprovecharse de la luz, pero también de la no luz.
La luz es creadora de espacios, y poco queda por discutir sobre ello. Y la luz también nace de las sombras, algo interesante si pensamos la contraposición de ambas desde infinitos focos de índoles totalmente distintas.
El mayor ejemplo de ello, la Historia. Debemos considerar que la primera Arquitectura no es otra que el espacio creado por el fuego que provocaban los hombres primitivos para calentarse y cocinar. El resto, oscuridad, peligrosa, amenazante. Ese espacio acogedor y protector fue evolucionando hacia un conjunto de troncos y ramas, y así continuó hasta llevarnos a la Arquitectura actual.
A la hora de hacer Arquitectura, ¿podemos decir que el hombre siempre se ha dejado influenciar por la relación de ésta con la luz? Es claro que a lo largo de la Historia, la Arquitectura ha seguido el curso de la luz. Más aún en edificios religiosos, donde la Arquitectura se articula con el movimiento de la luz del sol. Así como el modo en que esta arquitectura y su escenografía luminosa se convierten en algo “divino”.
Pero antes de adentrarnos en este campo, debemos reflexionar a cierto nivel de profundidad acerca de la importancia de la luz en nuestra vida, en nuestra condición como seres humanos. La luz controla nuestra percepción visual, espacial, y formal; e incluso de otros tipos, conocemos la textura de un objeto sin tocarlo, solo observándolo, ¿puede ser esto posible? La luz es capaz de controlar nuestra atención a su antojo guiándola a determinados puntos; de cambiar nuestro estado de ánimo, algo en lo que los colores también jugarán un gran papel.
En definitiva, la pregunta es: ¿somos realmente conscientes de esta tremenda dependencia? ¿De cómo han sido usadas estas capacidades a nuestra costa a lo largo de toda la Historia? ¿O quizás estamos tan acostumbrados a convivir con ello que nos resulta imperceptible?
A nivel cultural, todo lo mencionado con anterioridad ha sido aplicado sin excepción. ¿O acaso no todos asociamos inmediatamente la oscuridad al mal y la claridad al bien, o el rojo a la calidez y el azul al frío? Se tratan de convenciones sociales arraigadas en lo más profundo de nuestra sociedad.
A ello se han dedicado muchos a lo largo de la Historia, pero nadie tanto y tan seguido como la religión y la Iglesia.
ARQUITECTURA RELIGIOSA
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la Tierra estaba desordenada y vacía, y las Tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía por encima de las aguas. Y dijo Dios: Hágase la luz, y la luz se hizo. Y vio dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las Tinieblas” Gen.1 1-4
Decidimos comenzar esta reflexión con este fragmento del Génesis de la Biblia porque consideramos que lo cuenta todo por sí mismo. Queda clara la importancia de la luz para la religión, y no debemos extrañarnos pues del uso que la Iglesia realizada de ella.
Todos somos conscientes de la importancia de la Iglesia a nivel político y de la religión y la teología a nivel cultural a lo largo de toda la Historia. Por tanto, no resulta sorprendente que muchas de sus ideas se hayan convertido en convenciones sociales profundamente arraigadas. La luz en la teología cristiana se identifica con la vida y es un medio de conocimiento opuesto a las tinieblas que se identifican como la muerte. En la mayor parte de los casos estudiados la base es la identificación de Dios con la luz.
La Iglesia y sus curas son considerados la representación de Dios en la tierra, y las iglesias los lugares donde más cercanos podemos sentirlo, los más divinos. Por tanto, la luz debe ser un elemento constante y dominante en todos ellos para conseguir dicha atmósfera deseada.
En la actualidad se habla del diseño de la iluminación en muchos ámbitos; en el arte, con el diseño de galerías, por ejemplo; y obviamente en la arquitectura también. Sin embargo, esto no es nada que podamos considerar actual. Ya desde la época egipcia la orientación con respecto al sol estaba muy presente en el diseño de los edificios. De este modo, no nos debe extrañar que la iglesia católica se aprovechara de todas las capacidades de la luz para el beneficio propio.
La dirección de la luz hasta puntos clave, como retablos o altares, la diferenciación siempre presente entre el cura y sus feligreses. En nuestra pequeña investigación nos hemos percatado de que a determinada hora del día, que más o menos coincide con la hora de misa, la luz suele incidir si bien directamente sobre el retablo mayor y el altar. Así se crea una fotografía en la que un altar situado siempre en un plano por encima del nivel del pueblo e iluminado por una luz que muchos llamarían celestial abarca al representante de Dios. Mientras sus feligreses le escuchan, a una voz potenciada por el eco de la gigantesca iglesia, desde la penumbra, que se va intensificando cuanto más lejos del altar nos situamos. Este espectáculo poco tendría que envidiarle a los efectos de luz y sonidos actuales.
Ya desde que entramos en la iglesia todo está diseñado para que la mirada se dirija adonde esté planeado que ocurra, la voluntad de dirigirla hacia el altar mayor. Nuestra mirada se convierte en una marioneta en manos de los efectos visuales y los fenómenos ópticos.
Hablábamos anteriormente de la capacidad de la que dispone la luz de provocar sensaciones y manipular nuestros sentimientos y nuestro estado de ánimo, y esto es algo de lo que la arquitectura religiosa también se aprovecha. El aura de un lugar cambia según la situación que allí ocurra en un determinado momento, pero en las iglesias esto se ve realmente potenciado. Está claro que no es la misma iglesia si se está celebrando una boda que si se trata de una misa de difuntos. El lugar cambia con las personas, y las personas cambian con el lugar.
¿Acaso no todos sentimos algo al entrar en una iglesia? Independientemente de las creencias religiosas que profesemos, si existen. ¿Cómo es esto posible?
¿Qué es lo que se pretende hacer sentir a los fieles al entrar en una iglesia? ¿Sorprenderlos? ¿Intimidarlos? ¿Hacerlos sentir bien?
Una vez contrastados estos tres estilos tan diferentes, de tiempos tan diversos y alejados entre sí, podemos preguntarnos; ¿Buscan la misma intención? ¿Lo consiguen las tres? ¿Podríamos decir que la concepción de la luz ha cambiado y que el tratamiento actual no se puede comparar con el clásico? ¿Se ha perdido esa capacidad de transmitir con la luz, o simplemente ha cambiado? ¿Podemos concebir un momento en que la luz pueda llegar a agotarse como medio de expresión? ¿Supondría el fin del hombre tal y como lo conocemos?
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